Hubo aplausos por todo Chile, afloraron canciones de esperanza en muchos rincones, desbordó creatividad y creció la hermandad que implorábamos; así la música – desde un pulso construido a palmas hasta complejas armonías – se transformó en una seña de gratitud para todo el personal de salud que aún sigue esforzándose por enfrentar un temido e impredecible virus que se escapó de Wuhan para cambiar la humanidad. Serán recordadas aquellas jornadas de aplausos como #Chileteaplaude, los creativos videos de Sheila Blanco, el lúcido documental “El mundo fuera” de Alejandro Sanz, el “Codo con codo” de Jorge Drexler, entre otros.
Desde tiempos inmemorables la música ha constituído una forma de gratitud con diversos fines: a Dios, a la naturaleza, a la humanidad y sus virtudes. La música, mediante su capacidad sanadora y figuración como lenguaje universal, pretende ser un alimento para el espíritu y un medio de gratitud, motivación, reconocimiento y sanación para todo quien se abra a la experiencia, generando una instancia de conexión sensible y empática con el difícil momento que hemos vivido.